Quisiera huir ilesa del espejo
roto,
ser el pulso que descansa en la almohada
blanca,
llamarte sin miedo a que no lo cojas
nunca,
mirarme desde cerca y encontrarte
lejos.
Quisiera perder el miedo a este miedo
intacto,
sacar corazón y guardar bandera
al otro lado,
decir alto tu nombre y no encogerme
asustada,
pensarte como sueño y no una trampa
injusta.
Pero mis manos se abren y no hay nada:
solo arena que se cae por mis dedos,
temor a no volver a ser quien era,
como el tiempo en los relojes,
como tus besos en este desierto
de sed.
Y con la valentía de un pájaro
herido
escojo quedarme y esperar:
me resisto porque tu hueco es un precipicio
y mis alas necesitan descanso.
En memoria de A.R.
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Ayer incineraron a Antonio. Se murió en su casa. Vivía solo. Tenia la
integral de Bach y era un sibarita en la restitución de esa música divina y
la amab...
Hace 14 horas