miércoles, 31 de julio de 2013

Tu punto G está en mi lengua.

Quiero
follarte
como si no quisiera conocerte
y mañana fueras anoche
y ayer esta madrugada.

Tus ojos llenos de sangre,
tu boca llena de sangre,
tus manos
chorreando
sangre,
mis dedos
inyectados
en sangre.

Quiero que los vecinos
follen
mientras nos escuchan.

Quiero que me digas no,
que me rechaces
una
y
otra
vez,
para ocupar tu boca
con mi puño,
abofetear
esa insolencia
de quien no sabe
quien le viene encima,
escupir
sobre tus intentos de poder
y enseñártelo
boca abajo,
tu cuello apretado,
en mis dedos húmedos,
que tus manos frenen las mías
mientras tus piernas me abren las puertas
de
par
en
par
-como tus orgasmos-,
y latas.

Latas
como la estampida
de doscientos caballos salvajes
en veinte metros cuadrados.

Y beberme tu latido
-y que se derrame
por
la comisura
de mis labios-.

Y lo recojas
de rodillas
-el tuyo también-.

Quiero decirte no,
lucharte
cuerpo a cuerpo
-como una batalla donde gana
el que más sexo suda-,
y cuando te creas victoriosa
atracarte de espaldas:
mis uñas en tu pelo,
tu espalda curvada como un látigo
al contacto de mis yemas con tu culo,
tus córneas
chorreando placer blanco,
tus oídos llenos de todo aquello
que tu madre nunca quiso que escucharas
y tú nunca pensaste que oirías,
tu boca semi abierta
pidiendo algún tipo de clemencia
que notas bajando
suave y caliente
desde tu garganta
a mi orden.

Quiero
que cuando tu pelo sea un incendio,
y tu boca expulse llamas,
y tu dorado coño
ahogue mi garganta
y haga de mi cama un barrizal
con ese dulce chapoteo
de quien se rinde
como quien sabe
que perdiendo gana
y se derrama
como un vaso bajo un grifo abierto,
descanses
y te sientes
sobre
mi
boca.
Hasta mañana.

Quiero
que todos los puritanos
pongan a la censura
nuestro nombre.

Quiero
que quien no lo entienda
vea tu cara llena de mi orgasmo
y ese sea el polvo visual de su vida.


Te aviso:
tu punto G
está en mi lengua.

martes, 23 de julio de 2013

Oh Dios.

[Odio
casi como quiero.]

Odio que llueva
y que el sol evapore los charcos
y el calor seque mi cuerpo
sin dejar espacio al frío.

Odio alimentarme de restos
de todo lo que fue:
moribundos,
insaciables,
apenas laten pero resuenan como vivos.

Odio el frío:
solo es una excusa
para llamar a tu abrazo,
odio
llorar
sin poder contártelo
-como quien se masturba
en soledad
y sin fantasmas-,
odio dormir por inercia
y no por agotamiento.

Odio
mi falta de presencia ante los destellos,
esta incapacidad mía
al intentar atrapar las estrellas fugaces
y obligarlas a quedarse,
repeler
todo aquello que signifique abrazarme
por si me daña.

Odio
poder decidir sobre mi muerte
mientras la vida aparece y desaparece
cuando le da la puta gana.

Odio
desconocerme cuando recupero mi pasado
-estoy hecha
de un bucle que rechazo y repito-.


Odio
tanto
que no sé odiar.



[Odio
muchas cosas.
Pero a ti no podría odiarte.

Porque odio
casi como quiero.

Y contigo
siempre he sido
a doble
o nada.]

viernes, 19 de julio de 2013

Tres mil latidos y doscientos litros de sangre.

Si pudiera multiplicarme
pasearía contigo
dándote las dos manos.

Quiero decir,
si pudiera ser dos yo,
yo dos veces
-entiéndeme-,
un alma repetida
como el rizo que se enredara entre dos dedos
y pareciera un meñique
o los labios
que abrieran paso a una lengua
que precediera a un beso
que se duplicara buscando la eternidad,
colonizaría tu hoy y tu mañana,
te esperaría donde estarías
y donde querrías estar,
te extrañaría
viendo cómo tus besos crean goteras en mis pestañas
y al mismo tiempo te dibujaría labios
llenos de saliva
en el centro de tu dedo corazón.

Si pudiera redoblarme
nos observaría desde fuera
como quien mira a los ojos de la muerte:
con envidia.

Si pudiera estar aquí y allí
estaría en ti y en ti,
prendería fuego a Troya
mientras te regalo París,
te miraría dormir
y al mismo tiempo soñaría contigo.

Ya sabes a lo que me refiero,
si pudiera engañar a las coordenadas
crearía un mapa donde solo cupieran
tus dedos de los pies
y esta necesidad mía de seguirte a todas partes.

Si pudiera ser la misma en dos mitades,
amor,
te vestiría con el mismo nerviosismo
con el que me dejas desnudarte,
limaría mis errores
para que el tropiezo fuera suave
y sería a la vez precipicio e impulso
de todos tus miedos y sueños.

Si pudiera,
mi amor,
convertiría todo lo que ahora es singular
en plural.

Pero no puedo,
así que has de conformarte
con lo único que puedo hacer:
quererte
-no el doble, ni por dos, ni al cuadrado,
sino con la fuerza de un ejército
de tres mil latidos y doscientos litros de sangre
que queriéndote dar más de lo que tiene
te da todo lo que es-.

martes, 16 de julio de 2013

Como quien se quiere a sí mismo queriendo a quien ama.

Y si me hubieras encontrado limpia,
sin mala conciencia,
sin pena en el sueño,
sin mordiscos de otras arraigados en mis hombros.

¿Me habrías bañado de madrugada,
lamido las legañas,
peinado mi insomnio,
acariciado mis manos arrugadas con tus dientes?


Y si me hubiera vestido
de algo parecido a ti,
si te hubiera mentido contándote mis verdades,
si te hubiera dicho que eras la única
y no la primera.

¿Me habrías desnudado con los ojos cerrados
y las manos expertas,
besado mientras te hablaba de mi vida,
igualado en el pedestal
tu nombre y el mío
y hecho de este un amor a la par?


Y si me hubiera vendido
como el amor de tu vida,
si te hubiera comprado
como el amor de la mía.

¿Nos habríamos enamorado
como quien se quiere a sí mismo
queriendo a quien ama?



lunes, 15 de julio de 2013

Mi vida huele a flor.

He redondeado esquinas
para no encontrar monstruos a la vuelta
y me han atacado por la espalda.
He lamido mi cara cuando lloraba
para recordar el sabor del mar
y solo he sentido escozor en los ojos.
He esperado de brazos cruzados
para abrazarme
y me he dado de bruces contra mi propio cuerpo.
He mentido tanto
que cuando he dicho la verdad
no
me
he
creído.

He huido
con los ojos abiertos
y el pasado me ha alcanzado.
He aceptado
con los ojos cerrados
cofres vacíos
y se me han ensuciado las manos.
He escrito mi vida
y no me he reconocido.

He querido tanto
que me he olvidado.
He olvidado tanto
que me he dejado de querer.


Pero
he muerto tantas veces
que ahora sé resucitar
-la vida es
quien tiene la última palabra-.
He llorado tanto
que se me han hecho los ojos agua
cuando he reído,
y me he besado.
He fallado tantas veces
que ahora sé cómo discernir los aciertos de lo inevitable.
He sido derrotada por mí misma
con dolor y consciencia,
pero la vuelta a casa ha sido tan dulce
que me he dejado ganar
-prefiero mi consuelo
que el aplauso-.

He perdido el rumbo
pero he conocido la vida en el camino.
He caído
pero he visto estrellas en mi descenso
y el desplome ha sido un sueño.

He sangrado,
pero
todas mis espinas
han evolucionado a rosa.

Y ahora
mi vida
huele a flor.